Un marroquí en España. Una española en Marruecos
Vivimos en un mundo en el cual nos explican que nos hemos globalizado. La globalización es la integración mundial en diferentes ámbitos, ya sea en lo económico, político, social y cultural.
Es cierto, que vayamos por donde vayamos del mundo, la mezcla de razas es cada vez más evidente. Pero… ¿Qué efecto tiene un marroquí en España y una española en Marruecos?
La vivencia para las dos personas, que, a mi modo de entender, son dos seres humanos exactamente iguales, resulta muy diversa.
Hoy os hablo como Maite y Alí, y como muchos de vosotros ya sabéis, somos un matrimonio (marroquí-español) y organizamos rutas por Marruecos.
Si eres marroquí y vives en España, la gente te mira como inmigrante, en cambio si eres español y vives en Marruecos, la gente NO te ve como un inmigrante, sino como un extranjero.
¿Dónde estriba la diferencia? ¿En la religión? ¿En el idioma? ¿En las costumbres? ¿En el lugar de nacimiento? Evidentemente, cada uno de nosotros, tenemos la suerte de haber nacido en un lugar u otro del planeta, pero a mi modo de ver, se trata de suerte, de pura casualidad.
Seguro que más de un español se quedaría asombrado si se hiciera una prueba de ADN para rastrear su origen étnico y descubriera de donde son algunos de sus antepasados.
Pero hoy en día si vienes de Marruecos a España eres un inmigrante y si eres de España y vas a Marruecos, la extranjera guay. ¿Pero de verdad, que vamos a pensar así? ¿Nos hemos vuelto locos? ¿O es que hay demasiados racistas?
Muchos de nuestros abuelos, también sufrieron en sus carnes la palabra “INMIGRANTE” al salir de Andalucía, de Galicia y ahora sus hijos o nietos, miran con repelús a otros inmigrantes, hoy en día, a los marroquís, subsaharianos, pakistanís, etc.
Yo, Maite, vengo de una familia, muy variada, y la casualidad o la suerte, ha hecho que naciera en Barcelona, pero todo podría haber cambiado en un instante, un segundo, y la historia hubiera variado. Mis bisabuelos paternos, procedían de Italia, de Genova, se casaron por amor a pesar de tener en contra a toda su familia y con la ayuda de una tía, se subieron a un barco rumbo a América, en busca de una nueva vida, pero las olas y el mal tiempo, influyeron en una decisión, se bajaron en Barcelona.
Y…en Barcelona, formaron una gran familia, y yo, soy parte de ella.
Mi marido es marroquí, es moreno, es árabe. ¿Y? ¿Qué pasa? Es mejor persona que mucha de la gente que conozco, pero a pesar de ello, él siente las miradas y el rechazo en algunas ocasiones, pero eso, no lo amedranta, sino, que lo hace más fuerte para estar a mi lado.
Yo en cambio, cuando estoy en Marruecos, no me siento inmigrante, me siento invitada, la gente me abre sus casas y me ofrecen té, e intentan complacerme con el más mínimo detalle.
La gente cuando camino, no se separa de mí, no me ven como una amenaza, ni me siento rechazada, a lo sumo, me ocurre que en algún pueblo, como el de Rissani, que se encuentra cerca del desierto, las mujeres me miran a través de la melfha, por el único resquicio que les queda sin tapar, y lo hacen desafiantes, pero yo las respondo con otra mirada retadora, hasta que son ellas, las que han de bajar la vista.
Hace ya muchos años, antes de empezar con nuestras rutas por Marruecos y de haberme casado con un marroquí, pensaba que las fronteras no existían, que el racismo era cosa de unos pocos, pero a medida que van pasando los años, me doy cuenta de cuanta maldad hay en el mundo y, sobre todo, de cuanta ignorancia.