En tierra de nadie, después de tantas rutas por Marruecos
¡Así es como me siento! En tierra de nadie. Después de hacer tantas rutas por Marruecos, de haberme enamorado de un hombre marroquí, me siento en tierra de nadie, ya no sé bien de donde me siento. ¿Mi tierra cuál es? ¿Aquella donde me lleven mis pies, aquella donde me encuentre feliz? Pues sí, ni más ni menos.
Nací en Barcelona, es la ciudad que llevo en mi corazón, con mis recuerdos, mis alegrías y mis penas, pero mi destino me llevó a encontrar el amor de mi vida en Marruecos, donde jamás me lo hubiera imaginado…lo encontré, o tropecé con él, porque no lo buscaba, él estaba en el desierto de Marruecos, allá donde dicen que no hay nada, yo encontré todo.
¿Qué he aprendido del amor? He aprendido que existen fronteras territoriales tan altas como montañas, pero que, con resistencia y fuerza, podemos traspasarlas, pero deberemos dejarnos vapulear por nuestro país, dejándonos a merced de ridículos interrogatorios de nuestra vida personal.
Nacer en un sitio u otro, marcará nuestra diferencia como ser humano, y posiblemente modificará nuestro destino, pero a mí, mi destino me llevó a hacer rutas por Marruecos por la decisión de una amiga y eso, cambió mi vida por completo.
Es por eso, que siempre digo que me siento en tierra de nadie y no entiendo de territorialidad, de separaciones, de independencias. ¿Qué pasa con las personas? ¿No saben vivir sin marcar el territorio? ¿Somos diferentes por el color de la piel?
Al final, mi experiencia y mis vicisitudes me llevan a pensar que me siento en tierra de nadie, no tengo preferencias y acepto de buen grado todo aquello que me ofrezca felicidad y bienestar, se encuentre donde se encuentre la tierra, me da igual, el lugar lo hacen las personas.
Es curioso, que conozco a más de una persona que se siente como yo, son personas que hemos acabado viviendo en Marruecos o pasando largas temporadas y no entendemos el menosprecio que hay por el mundo, somos de donde somos, pero el mundo es grande y ser nómada, o sea, descubrir, aventurarte a conocer que hay más allá de tu zona de confort, no es malo, sino inteligente, aceptar que hay otras formas de vivir, otras costumbres, otra gastronomía, otro idioma, es gratificante, aunque quizás no compartamos las mismas ideas, pero al final…todos tenemos algo en común, somos personas, no somos ni más, ni menos, somos iguales.